martes, 8 de septiembre de 2009


Probablemente sea el devenir de los años, la (no) maduración y sobre todo, la superficialidad. Lo cierto es que todo cambia y la gente cambia sin saberlo siquiera. Sin importarle. Y no es un cambio más, es uno drástico. Un final. Un principio. Ésta vez no es parte de ninguna evolución, sólo es. Lo único que nos queda a los que lo notamos es un gusto amargo y un "Qué se le va a hacer... ojalá sea feliz". Pero resulta ser difícil bancar el cambio. Doloroso.
El lado bueno es que están aquellos que cambian y enorgullecen. Esos románticos. Esa eterna novedad.
Así hacemos el equilibrio.

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